Mi perversa favorita
Catherine Tramell está de vuelta. Después de 14 años, la seductora psicópata con el sexo de fuego e hielo en las venas regresa en la secuela de Basic Instinct. Cuando vi esta película a mis 17 años, me voló la cabeza. Era la primera película "adulta" que veía y ésta sentó pautas cuando empujó los límites del sexo y violencia en el cine en una combinación explosiva. Así mismo, la sala estaba poblada por personas entre los 30-45 años que vieron la primera parte y quedaron enganchados por ella. Pero el mayor mérito de esta historia es que no se sabe hasta el final si ella fue la asesina. En esta ocasión ya sabemos que lo es, pero así como Catherine (Sharon Stone) juega con la cabeza del psiquiatra Michael Glass (David Morrisey) el libreto siembra acertadamente dudas si lo hizo o no. Pero como dice el detective Washburn: "Todo lo que dice es mentira, hasta la verdad". Aunque sabemos, no queremos creer que hizo todo lo que hizo. El deleite de esta película radica en ver cómo Catherine hace papilla al psiquiatra recordándole que ella se atreve a hacer lo que él desearía hacer. Como resultado, siempre se sale con la suya. A su vez, es devastador ver cómo el psiquiatra cae en la trampa de creer que puede jugar el juego de la seducción sin perder el control. Otro aspecto de interés es que queda sin contestar la pregunta de que pasó con Nick (Michael Douglas) Aunque se puede inferir que fue asesinado, hay un espacio de ambigüedad para una tercera parte según el pana que me acompañó esa noche. Hay enormes diferencias entre Michael y Nick. Mientras Nick era un psicópata perverso que trabaja al servicio de la ley, Michael es un obsesivo prepotente que cree que puede poner a Catherine en cintura. Por supuesto se equivoca y paga muy caro dicha equivocación. Si esperaban candentes escenas de sexo y desnudos, prepárense para la decepción. Aunque varias escenas son sugerentes a las de la primera, la Sharon nunca pela pa´bajo del todo. El tiempo ha pasado por su cara como también por su cuerpo y ella lo sabe. Aún así su capacidad de seducción no ha mermado. Mientras la primera parte se escenifica en el cálido San Francisco, la fría y gris Londres es el escenario de esta entrega. Hay unas sugerentes escenas de orgías en el Red Light district pero nada comparado con las de la discoteca/iglesia de la primera parte.
En la cinta también se notan varias "guiñadas de ojo" al discurso psicoanalítico como el cuadro de Freud en una de las escenas del principio, el comentario de Milena Gardosh(Charlotte Rampling)que dice "How Lacanian!" cuando Michael le cuenta la manera en que Catherine terminó una sesión, además de la forma en que se presenta el dilema ético de Michael de preservar la confidencialidad versus salvar a posibles víctimas. Pero sobretodo se observa en la forma en que se arma el personaje de Catherine que cumple con los criterios del perverso: salirse siempre con la suya ante la Ley, y cuando va al analista lo hace para restregarle en la cara su impotencia. Sin embargo, es curioso el hecho de que ella necesite escribir sobre los crímenes que comete como manera de demarcar el límite. Después de todo no se puede matar más de una vez y sólo en la escritura es que puedes recrear el placer de matar. Solo en la ficción, Sade puede torturar una y otra vez a Justine.
Aunque esta entrega no sienta pautas en el género del thriller, no deja de ser efectiva y perturbadora. Me alegra saber que mi perversa favorita está de vuelta
imagenes: blackhole.blogcindario.com, comingsoon.net
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