Tántalo
Le cedo la palabra a Francisco de Quevedo:
Dichoso puedes, Tántalo, llamarte,
tú, que en los reinos vanos, cada día,
delgada sombra, desangrada y fría,
ves, de tu misma sed martirizarte.
Bien puedes en tus penas alegrarte
(si es capaz aquel pueblo de alegría),
pues que tiene (hallarás) la pena mía
del reino de la noche mayor parte.
Que si a ti la sed el mal eterno
te atormenta, y mirando l'agua helada,
te huye, si la llama tu suspiro;
yo, ausente, venzo en penas al infierno;
pues tú tocas y ves la prenda amada;
yo, ardiendo, ni la toco ni la miro.
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