In Search of o sobre los anuncios clasificados y San Valentín
Siempre me han fascinado los anuncios clasificados. Es admirable la empresa de informar y seducir con pocas palabras en un espacio limitado. Me gustan casi todos, los de alquiler de apartamento, los de empleo, los de venta de autos, los de servicios hasta los de masajes (aunque la verdadera oferta es otra) Me parece curioso que en Puerto Rico, que yo sepa, no hayan despegado los clasificados personales habiendo una clase profesional más o menos establecida. No sé si por moralismo puritano o por temor a demandas. Cuando vivía en Cali, tomé una gran aficción de leer los clasificados personales tanto del Monterey Weekly como del SF weekly, precisamente en el momento después de romper con mi última pareja y no estaba pasando nada. Quizás era mi manera de aventurarme al "dating scene" sin salir de mi casa. Mientras en el Monterey...pululaban cincuentones ricachones de Carmel y camioneros mexicanos, en San Francisco la variedad era impresionante: desde romance, hasta one nights, just sex, fetish, S&M YOU NAME IT. Pensé en llamar algunas veces pero nunca lo hice porque me aterraba exponerme y además no me interesaba dejar a alguien atrás en caso de que algo se cuajara.
En Puerto Rico, los anuncios clasificados más interesantes son los de San Valentín. Cuando trabajaba en Generales, me encargaba de comprar los periódicos para poder pelar los clasificados con las amigas del trabajo. Una de las últimas veces que lo hice, nos estábamos divirtiendo Mai y yo hasta que Prisci, horrorizada ante nuestro cinismo nos dice: "Ustedes son terribles, yo no me consultaría con ninguna de las dos". A lo que Mai y yo nos miramos y soltamos otra carcajada aún más estruendosa.
Aunque estaba felizmente emparejada en ese tiempo, era mi manera de dar solidaridad a las amigas que tenían que chuparse el "día de la amistad" sin pareja con montones de dolorosos recordatorios de su soledad. Como he estado (y ahora estoy, de nuevo)en ese lado de la cerca, sé lo duro que es. Vamos a hablar claro, San Valentín es una fiesta bastante excluyente y el eufemismo no ayuda a disimular lo evidente. Aún cuando tenía pareja, el día era un fastidio porque TODO está lleno: los cines, los restaurantes, los moteles. Usualmente terminabamos en casa huyendo de la locura consumista del día. La cursilería de los clasificados y nuestra reacción burlona son el alivio cómico para poder bregar con esas 24 horas particulares. Es mucho más difícil ser así de cínico en Navidad. A pesar de todo siempre quedan los chocolates...
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