Cosas que encuentro en facebook 2: carta de un mocoso
Me voy a tomar el atrevimiento de publicar esta excelente carta de una amiga radicada en Barcelona:
Carta del mocoso
12/junio/2008
Estimado Sr/a Senador/a, Legislador/a, Gobernador/a (y otros responsables):
Permíteme que te tutee por todas las veces que me has faltado el respeto no dirigiéndote a mí de usted. Hace años que quería comunicarme contigo en este tono distendido que te permites utilizar hacia mí cada vez que te metes en un problema, quieres que vote por ti o que te apoye en algo. En más de una ocasión me has tratado cual padre que regaña a su hijo adolescente, pretendiendo llevarme a tu terreno con un tuteo narcótico y diciéndome qué debo hacer y cómo hacerlo. Ante todo, recuerda, que aunque te pago los cafés no te los tomas conmigo, que si voté por ti es porque soy mayor de edad y que si estás ahí es gracias a que muchos, como yo, trabajamos. Así también, te pago la gasolina y no nos vamos de paseo. Dicho esto, queda claro que entre nosotros no hay un “nosotros” y que tú tienes tu sitio y yo el mío
Me llamas “Pueblo de Puerto Rico” apelando a mi más profundo sentimentalismo, a ese rincón de un ser nacional que forjaron las maestras de elemental cuando me enseñaron a cantar La Tierruca, (pero a la vez decían que los rusos eran malos y que estábamos bien gracias a los Estados Unidos. Sí, ahí empezaron los problemas de casi todos, celebrando la semana de la lengua, el día de la Raza y el 4 de julio). Como ves, soy de tu pueblo. Soy, “pueblo de Puerto Rico” cuando te interesa que comparta tu visión. Soy, “Pueblo de Puerto Rico” para decirme lo que necesito, venderme lo que quieres, para cubrirte lo que necesitas y hacer lo que deseas. Soy, en democracia, ese dios al que apelas e imploras. Soy, para todo, el ser al que recurres hasta en tus más íntimos pensamientos, esos que hacen que ansíes poder, posición, respeto, deferencia y bienestar personal. Como ves, he dicho íntimos pero lo cierto es que hace años a todos nos parecen bastante superficiales. No he podido decir que soy esa persona en la que piensas cuando sabes que las cosas van mal, cuando te olvidas de tu color político y te fijas en las necesidades reales de tu país. Te he visto competir miles y miles de veces, proponer, firmar, prometer, homenajear. Te he visto en situaciones difíciles. También te he visto hacer el ridículo mil veces y, muchas te lo he perdonado, como se perdona al pariente que se pone alegre en las fiestas de la familia.
Me tratas como a un mocoso y yo te lo permito porque, para mi desgracia, muchos estamos bien ocupados tratando de salir adelante en un país que cada vez se nos hace más invivible. Como sabes, no tengo chofer, ni seguridad, ni dietas. Así que me toca cuidarme mucho, cuidar de los míos y cada día pensar que mañana podría ser mejor. Rogar que la ola criminal no me lleve en su vaivén y que los que quiero estén guardados por el halo divino, porque yo, que no soy creyente, los he tenido que encomendar hasta a la Santísima Luz Eléctrica, por eso de que no me falten ayudantes. Mientras, me sigues tratando como a un mocoso al que le haces un cuento para consolarlo de su pesadilla y le das dos palmaditas en la espalda para que se acueste a dormir. Y, lo cierto es que mi realidad es tan dura, que me quedo dormido.
En poco más de un año, me has impuesto aranceles donde no los había, me has subido los productos de primera necesidad. Me dirás que hay una crisis. No te lo discuto, sin embargo, nuestra crisis es anterior a la del petróleo, el precio del arroz y todo lo que tenemos en común con el mundo. Me dormí, porque, como te he dicho antes, vale mejor escaparse a ese mundo en el que no entras, con la pena de despertarme y ver que sigues igual. Hoy he leído de ti en el periódico, cosa habitual si no fuera porque hoy no me funciona dormirme en mis realidades. Veo que te defiendes porque cada seis meses tienes que invertir en trajes. Me molesta que llores tanto cuando te ganas más que la mayoría de nosotros y tienes unos beneficios que no tenemos el resto de la población. Entiendo que debas vestirte bien. Lo que no entiendo es que llores en público cuando no eres el único/a. Además, sabes que con cinco trajes que tengas y lleves a una buena tintorería estarás más que surtido. A esto súmale que no siempre usas traje, que nuestro clima tropical no tiene cambio de estaciones y que existen chaquetas que hacen que estés bien vestido/a. Por favor, si yo hago ajustes, hazlos tú también. No lo tomes a mal, pero despertarme del sueño del mocoso me ha puesto cortante.
Entre las cosas que he leído están los 25,000 dólares que has dado a una reina de belleza. Esto me ha dolido porque te has pasado pensando que soy un ignorante laureado. Me pregunto qué respeto nos tienes. ¿Quién te dijo que patrocino esos concursos? ¿Por qué te atreves a insultarme con semejante acción en un momento en que en nuestro país comprarnos una libra de pan y un litro de leche es, cada vez más, un acto heroico para muchas familias? ¿Quién te dijo que una reina de belleza calma nuestra pena? Te recuerdo, amigo/a mío/a, que hace dos años cerró el gobierno porque no había con qué pagar a los empleados. Si no te has dado una vuelta por las escuelas de tu país, te informo que se necesitan programas para el desarrollo de los estudiantes. No hay subvenciones, producto de tu gestión, para programas artísticos, deportivos y científicos en nuestras escuelas. Te cuento que algunas están en un estado lamentable. También te cuento que tienes una población (sí, otros de tu “Pueblo de Puerto Rico”) que claman por ayudas para las difíciles situaciones que enfrentan. Hoy también leí de una mujer de 79 años que pedía ayuda para su hijo enfermo mental de 60. Para que comprendas el ejemplo, el dinero que le diste a una reina de belleza habría costeado la estancia en un lugar de cuido para ese paciente. Pero, amigo responsable, te he visto en el periódico sonriente al lado de una reina de belleza. Estas cosas hacen que recuerde a la Bernarda del Carpio de Cien años de soledad. A nadie le gusta que llamen a nuestro país Macondo, pero con estas cosas si no lo es, se le acerca bastante. Y no te hablo ya de la fuga de cerebros a la que te enfrentas porque nuestros jóvenes tienen que irse a buscar no ya trabajo, sino becas decentes con las que continuar sus estudios graduados. Dime, ¿habrías dado 25,000 dólares a un estudiante doctoral para que se retirara del mundanal ruido para escribir su tesis o a su proyecto de investigación en cualquier universidad del país? Te recuerdo que ellos también son un activo de nuestra sociedad y que el Fondo de Desarrollo debería estar disponible también para ellos.
Ves, me despierto un día y sufro estos calentones gracias a ti. Quisiera estar despierto por más tiempo, pero como no sé si con esta realidad eso sea posible, he aprovechado este momento de lucidez y me he dirigido a ti. Ves, lo he hecho con ese tuteo narcótico con el que nos dormimos en este sueño del mocoso. Antes de irme, por favor, recuerda que puede ser que otro día despierte y vuelva a dar señales de lucidez. De aquí a ese momento, proponte darme una sorpresa agradable en medio de tanto acto vergonzoso. Pruébame con hechos que has madurado, que puedes administrar mi país, que no vas de personaje de ficción propio de esas historias que ya hemos leído (y de las que sabemos el final).
De usted quedo (que suena bonito, a bolero caribeño)
Melba Maldonado
Carta del mocoso
12/junio/2008
Estimado Sr/a Senador/a, Legislador/a, Gobernador/a (y otros responsables):
Permíteme que te tutee por todas las veces que me has faltado el respeto no dirigiéndote a mí de usted. Hace años que quería comunicarme contigo en este tono distendido que te permites utilizar hacia mí cada vez que te metes en un problema, quieres que vote por ti o que te apoye en algo. En más de una ocasión me has tratado cual padre que regaña a su hijo adolescente, pretendiendo llevarme a tu terreno con un tuteo narcótico y diciéndome qué debo hacer y cómo hacerlo. Ante todo, recuerda, que aunque te pago los cafés no te los tomas conmigo, que si voté por ti es porque soy mayor de edad y que si estás ahí es gracias a que muchos, como yo, trabajamos. Así también, te pago la gasolina y no nos vamos de paseo. Dicho esto, queda claro que entre nosotros no hay un “nosotros” y que tú tienes tu sitio y yo el mío
Me llamas “Pueblo de Puerto Rico” apelando a mi más profundo sentimentalismo, a ese rincón de un ser nacional que forjaron las maestras de elemental cuando me enseñaron a cantar La Tierruca, (pero a la vez decían que los rusos eran malos y que estábamos bien gracias a los Estados Unidos. Sí, ahí empezaron los problemas de casi todos, celebrando la semana de la lengua, el día de la Raza y el 4 de julio). Como ves, soy de tu pueblo. Soy, “pueblo de Puerto Rico” cuando te interesa que comparta tu visión. Soy, “Pueblo de Puerto Rico” para decirme lo que necesito, venderme lo que quieres, para cubrirte lo que necesitas y hacer lo que deseas. Soy, en democracia, ese dios al que apelas e imploras. Soy, para todo, el ser al que recurres hasta en tus más íntimos pensamientos, esos que hacen que ansíes poder, posición, respeto, deferencia y bienestar personal. Como ves, he dicho íntimos pero lo cierto es que hace años a todos nos parecen bastante superficiales. No he podido decir que soy esa persona en la que piensas cuando sabes que las cosas van mal, cuando te olvidas de tu color político y te fijas en las necesidades reales de tu país. Te he visto competir miles y miles de veces, proponer, firmar, prometer, homenajear. Te he visto en situaciones difíciles. También te he visto hacer el ridículo mil veces y, muchas te lo he perdonado, como se perdona al pariente que se pone alegre en las fiestas de la familia.
Me tratas como a un mocoso y yo te lo permito porque, para mi desgracia, muchos estamos bien ocupados tratando de salir adelante en un país que cada vez se nos hace más invivible. Como sabes, no tengo chofer, ni seguridad, ni dietas. Así que me toca cuidarme mucho, cuidar de los míos y cada día pensar que mañana podría ser mejor. Rogar que la ola criminal no me lleve en su vaivén y que los que quiero estén guardados por el halo divino, porque yo, que no soy creyente, los he tenido que encomendar hasta a la Santísima Luz Eléctrica, por eso de que no me falten ayudantes. Mientras, me sigues tratando como a un mocoso al que le haces un cuento para consolarlo de su pesadilla y le das dos palmaditas en la espalda para que se acueste a dormir. Y, lo cierto es que mi realidad es tan dura, que me quedo dormido.
En poco más de un año, me has impuesto aranceles donde no los había, me has subido los productos de primera necesidad. Me dirás que hay una crisis. No te lo discuto, sin embargo, nuestra crisis es anterior a la del petróleo, el precio del arroz y todo lo que tenemos en común con el mundo. Me dormí, porque, como te he dicho antes, vale mejor escaparse a ese mundo en el que no entras, con la pena de despertarme y ver que sigues igual. Hoy he leído de ti en el periódico, cosa habitual si no fuera porque hoy no me funciona dormirme en mis realidades. Veo que te defiendes porque cada seis meses tienes que invertir en trajes. Me molesta que llores tanto cuando te ganas más que la mayoría de nosotros y tienes unos beneficios que no tenemos el resto de la población. Entiendo que debas vestirte bien. Lo que no entiendo es que llores en público cuando no eres el único/a. Además, sabes que con cinco trajes que tengas y lleves a una buena tintorería estarás más que surtido. A esto súmale que no siempre usas traje, que nuestro clima tropical no tiene cambio de estaciones y que existen chaquetas que hacen que estés bien vestido/a. Por favor, si yo hago ajustes, hazlos tú también. No lo tomes a mal, pero despertarme del sueño del mocoso me ha puesto cortante.
Entre las cosas que he leído están los 25,000 dólares que has dado a una reina de belleza. Esto me ha dolido porque te has pasado pensando que soy un ignorante laureado. Me pregunto qué respeto nos tienes. ¿Quién te dijo que patrocino esos concursos? ¿Por qué te atreves a insultarme con semejante acción en un momento en que en nuestro país comprarnos una libra de pan y un litro de leche es, cada vez más, un acto heroico para muchas familias? ¿Quién te dijo que una reina de belleza calma nuestra pena? Te recuerdo, amigo/a mío/a, que hace dos años cerró el gobierno porque no había con qué pagar a los empleados. Si no te has dado una vuelta por las escuelas de tu país, te informo que se necesitan programas para el desarrollo de los estudiantes. No hay subvenciones, producto de tu gestión, para programas artísticos, deportivos y científicos en nuestras escuelas. Te cuento que algunas están en un estado lamentable. También te cuento que tienes una población (sí, otros de tu “Pueblo de Puerto Rico”) que claman por ayudas para las difíciles situaciones que enfrentan. Hoy también leí de una mujer de 79 años que pedía ayuda para su hijo enfermo mental de 60. Para que comprendas el ejemplo, el dinero que le diste a una reina de belleza habría costeado la estancia en un lugar de cuido para ese paciente. Pero, amigo responsable, te he visto en el periódico sonriente al lado de una reina de belleza. Estas cosas hacen que recuerde a la Bernarda del Carpio de Cien años de soledad. A nadie le gusta que llamen a nuestro país Macondo, pero con estas cosas si no lo es, se le acerca bastante. Y no te hablo ya de la fuga de cerebros a la que te enfrentas porque nuestros jóvenes tienen que irse a buscar no ya trabajo, sino becas decentes con las que continuar sus estudios graduados. Dime, ¿habrías dado 25,000 dólares a un estudiante doctoral para que se retirara del mundanal ruido para escribir su tesis o a su proyecto de investigación en cualquier universidad del país? Te recuerdo que ellos también son un activo de nuestra sociedad y que el Fondo de Desarrollo debería estar disponible también para ellos.
Ves, me despierto un día y sufro estos calentones gracias a ti. Quisiera estar despierto por más tiempo, pero como no sé si con esta realidad eso sea posible, he aprovechado este momento de lucidez y me he dirigido a ti. Ves, lo he hecho con ese tuteo narcótico con el que nos dormimos en este sueño del mocoso. Antes de irme, por favor, recuerda que puede ser que otro día despierte y vuelva a dar señales de lucidez. De aquí a ese momento, proponte darme una sorpresa agradable en medio de tanto acto vergonzoso. Pruébame con hechos que has madurado, que puedes administrar mi país, que no vas de personaje de ficción propio de esas historias que ya hemos leído (y de las que sabemos el final).
De usted quedo (que suena bonito, a bolero caribeño)
Melba Maldonado