Nota de duelo por César Vallejo
Alfonso estás mirándome lo veo,
desde el plano impecable implacable donde moran
lineales los siempres, lineales los jamases.
(Esa noche, dormiste, entre tu sueño
y mi sueño, en la rue de Ribouté)
Palpablemente
tu inolvidable cholo te oye andar
en parís, te siente el teléfono callar
y toca en el alambre a tu último acto
tomar peso, brindar
por la profundidad, por mí, por ti
Yo todavía
compro du vin, du lait, comptant le sous
bajo mi abrigo, para que no me vea mi alma,
bajo mi abrigo aquel querido Alfonso,
y bajo el rayo simple de la sien compuesta;
yo todavía sufro, y tú, ya no, jamás hermano!
(Me han dicho que en tus siglos de dolor,
amado ser,
amado estar,
hacías ceros de madera. ¿Es cierto?)
En la boite de nuit, donde tocabas tangos,
tocando tu indignada criatura su corazón,
escoltado de ti mismo, llorando
por ti mismo, y por tu enorme parecido con tu sombra,
mosieur Fourgat, el patrón, ha envejecido.
¿Decírselo?¿Contárselo?, No más,
Alfonso; eso ya no!
El Hotel Des Ecoles funciona siempre
y todavía compran mandarinas;
pero yo sufro, como te digo,
dulcemente, recordando
lo que hubimos sufrido ambos, a la muerte de ambos,
en la apertura de la doble tumba,
de esa otra tumba con tu sér,
y de esta de caoba con tu estar;
sufro, bebiendo un vaso de ti, Silva,
un vaso para ponerse bien, como decíamos,
y después, ya veremos lo que pasa...
Es éste otro brindis entre tres,
taciturno, diverso
en vino, en mundo, en vidrio, al que brindábamos
más de una vez al cuerpo,
y, menos de una vez, al pensamiento.
Hoy es más diferente todavía;
hoy sufro dulce, amargamente,
bebo de tu sangre en cuanto a Cristo el duro,
Como tu hueso en cuanto a Cristo el suave,
Porque te quiero, dos a dos Alfonso
Y casi lo podría decir eternamente.
desde el plano impecable implacable donde moran
lineales los siempres, lineales los jamases.
(Esa noche, dormiste, entre tu sueño
y mi sueño, en la rue de Ribouté)
Palpablemente
tu inolvidable cholo te oye andar
en parís, te siente el teléfono callar
y toca en el alambre a tu último acto
tomar peso, brindar
por la profundidad, por mí, por ti
Yo todavía
compro du vin, du lait, comptant le sous
bajo mi abrigo, para que no me vea mi alma,
bajo mi abrigo aquel querido Alfonso,
y bajo el rayo simple de la sien compuesta;
yo todavía sufro, y tú, ya no, jamás hermano!
(Me han dicho que en tus siglos de dolor,
amado ser,
amado estar,
hacías ceros de madera. ¿Es cierto?)
En la boite de nuit, donde tocabas tangos,
tocando tu indignada criatura su corazón,
escoltado de ti mismo, llorando
por ti mismo, y por tu enorme parecido con tu sombra,
mosieur Fourgat, el patrón, ha envejecido.
¿Decírselo?¿Contárselo?, No más,
Alfonso; eso ya no!
El Hotel Des Ecoles funciona siempre
y todavía compran mandarinas;
pero yo sufro, como te digo,
dulcemente, recordando
lo que hubimos sufrido ambos, a la muerte de ambos,
en la apertura de la doble tumba,
de esa otra tumba con tu sér,
y de esta de caoba con tu estar;
sufro, bebiendo un vaso de ti, Silva,
un vaso para ponerse bien, como decíamos,
y después, ya veremos lo que pasa...
Es éste otro brindis entre tres,
taciturno, diverso
en vino, en mundo, en vidrio, al que brindábamos
más de una vez al cuerpo,
y, menos de una vez, al pensamiento.
Hoy es más diferente todavía;
hoy sufro dulce, amargamente,
bebo de tu sangre en cuanto a Cristo el duro,
Como tu hueso en cuanto a Cristo el suave,
Porque te quiero, dos a dos Alfonso
Y casi lo podría decir eternamente.
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