La esquina Bohemia

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Thursday, January 12, 2006

Movida salsera



Por un periodo de cuatro años(1999-2003) fui parte de lleno de la llamada Movida salsera, es decir el ambiente en donde circulan los cocolos de la vieja escuela(mayores de 40) y los bailarines profesionales(menores de 40). ¿Cómo me inicio en ese ambiente? Les explicaré. Después que regresé de la Habana en 1997, por el Festival Mundial de la Juventud, quedé extasiada por la timba y la salsa cubana. Además ya estaba aburrida del ambiente discotequero rave y las otras opciones disponibles de clubes: el reggeton crudo y el goth no me eran atractivas en lo absoluto. Sin embargo, no es hasta el 99 que me decido matricular en un curso de baile de salón ofrecido por el programa intramural de la iupi. ¡Pies para que os quiero! Desde que al fin logré dominar la técnica de hacer una vuelta simple sin cruzarme con la pareja, ahí empezó mi perdición. Luego en el 2000, cuando me mudo a vivir sola, me metí de presentá a una academia de baile. Sin embargo, las academias son otro golpe, había un dominio de la técnica y estilo que no tenía. Por supuesto, no di el grado. Además en los 90 tardíos había un boom particular de la música cubana, además de los esfuerzos de resucitar la salsa ante la quemazón previsible del merengue. Reposo mis ansias locas de ser la próxima Sonya Cortés (mi ídolo en el baile) hasta el 2001 que descubro las clases de salsa en clave en el Habana Club. Éste era un lugar que visitaba desde hace tiempo, porque era el único que conocía donde ponían salsa cubana cuando era un chinchorro en Isla Verde. En el 2001, se mudan al Condado al lado de Luxor. Al llegar a esas clases, resucita mi fiebre y no ceso hasta que logro entrar en el ritmo de la clave, esa base del ritmo tan sabrosa que puede estremecerte de pies a cabeza. Desisto de ser la diva de la pista y descubro el deleite de mover tu cuerpo, dejarte llevar y dejarte girar por una pareja. Cada vez que te sacan a bailar, es una conversación diferente a ser interpretada. A veces es llevadera, otras borrascosa y en otras agresiva. Afortunadamente, en el ambiente de la movida, la mayoría de los hombres, en especial los cuarentones, son caballerosos tanto en la pista como fuera. La mayoría de la gente va por el puro deleite de bailar por lo que no necesariamente hay presión de liar con alguien. Sin embargo, hay unas reglas no escritas ni dichas que están muy presentes. Estas son:
1)NUNCA saques a bailar a un hombre, aunque seas la gran bailarina, si lo haces te jodiste. Mucho menos trates de llevar a un hombre en el baile 2)Ve en bonche si no eres regular del sitio. Si no tienes pareja, lo ideal es que cojas clases de baile en el club. Así fue como hize en el Habana 3)Mientras más llamativa vayas mejor en accesorios y maquillaje. Sin embargo, a mi me conocían como "la roquerita" porque iba en mahones rotos, el pelo suelto al natural y sin maquillaje (¿Pa qué si lo vas a sudar?) 4)Como diría sabiamente Mayra Santos, hay que ser LUCÍA y tener toneladas de actitud mientras bailas, aunque des un mal paso. Si eso pasa sólo di "mala mía" y sigue bailando. 5) La más importante, TE TIENE QUE GUSTAR la música. Por más dominio técnico que tengas, tienes que disfrutártelo, vivir el ritmo como sacude tu cuerpo, si no se ve fictico. Y el gusto por la salsa se cultiva. Aunque fui salserita en la niñez temprana, perdí el gusto en la preadolescencia por el empuje del freestyle y el new wave en Y96. Por lo tanto, me tomó un tiempo redescubrir la salsa de aquí.
Mucha gente me pregunta por qué me gusta tanto la salsa y su baile. La única respuesta que se me ocurre es algo cercano al éxtasis místico de los derviches cuando giran. Así como ellos giran, cada vez que giro y sacudo mi cuerpo hasta el límite del cansancio, siento un impulso que me lleva a seguir hasta el más allá. Cada vez que me dan una vuelta es como un inicio de una espiral infinita hasta lo desconocido. Cuando mi pareja me detiene y regreso al centro siento que aterrizé a tierra. El baile permite liberar las energías apresadas en los cuerpos además de ser un apetitoso presagio para el encuentro sexual. Mientras los músicos descargan las energías en el instrumento, el bailador usa su cuerpo como instrumento para leer la pieza musical, generar un diálogo con otro y llevar más lejos la belleza de la música al mover su cuerpo.
Me he alejado parcialmente de la movida por otros compromisos. Sin embargo, espero que en un futuro cercano pueda reintegrarme al contagioso péndulo de la clave.

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